Aquí me quedaré solo
para pensarte desde las alturas
en el silencio ruidoso y vacío
de la honda noche.
Aquí me quedaré solo
para escribirte líneas que no leerás,
por tu rencor oscuro,
y amargo reproche.
Aquí me quedaré solo
para recordar cuando era feliz amando tu dorado cuerpo,
delgadas líneas de pasión,
dibujo de niñez colmado de goce.
Aquí a solas me quedaré
para contemplar en las estrellas tus cristales de inocencia,
que iluminaron mi alma con tu mágica esencia;
aunque se fugaron a titilar estertores de cortas noches,
en otros cuerpos, otros cuartos de gemidos inconformes.
Volví en mí y noté que ilustrarte al filo de la fría notte
es un falso espejismo
abrazo último de tus labios y los míos,
como si me abrazara la Venus de Milo.
Mi piel y tu piel, alquimia fundida,
en el encuentro penúltimo de despedida,
ardieron de placer, no fue una mentira;
así culminó este amor nacido de día
y murió tras mil noches en esta osadía.
||| Pluma: Leonardo Bruzual Vásquez
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